2014
Un año que
como cada uno que he vivido cambió mi vida…pero nunca pensé que lo cambiaría de
esta manera.
A mi mamá le diagnostican hipotiroidismo. ¿Qué
es eso?... ¿Tiroides? ¿Para qué sirve? Recuerdo vagamente en ese momento a mi
abuelita hinchada como un sapito, no recordando cosas que apenas sucedieron.
¿Estamos hablando de lo mismo?
“Entre los
síntomas están el olvidar cosas, no lograr bajar de peso a pesar de las dietas
y el ejercicio, dolor de cuello, uñas y cabello quebradizo, cansancio extremo
pero realmente al punto de no poder funcionar adecuadamente, problemas al
hablar porque sientes que te trabas…ah, y suele aparecer alrededor de los 30
años”, me dice mi mamá después de hablar con su endocrinóloga.
Momento de
ir al doctor. Y efectivamente, después de hacerme varios exámenes el
diagnóstico llega: Tengo hipotiroidismo.
¿Qué
significa eso para mí?... de entrada una nueva pastilla de por vida;
agreguémosla a la que ya tomó de la hipertensión. ¡Y sí! Ambos padecimientos
están estrechamente relacionados.
Pero bueno,
¿qué tan difícil puede ser sobrellevar algo que “sólo implica” tomar una
diminuta pastilla en ayunas?... No sabía lo que me esperaba.
Creo que
solo una persona con padecimientos crónicos puede entenderme, y en este caso,
alguien con problemas de la tiroides. Para los demás puede ser una exageración
o una necesidad de llamar la atención, pero pocos realmente saben lo que es
sentir un dolor impresionante en el cuello, un dolor que ni con el mejor masaje
del mundo se quita. Un dolor que además muchas veces uno mismo se incrementa en
un círculo vicioso de dolor inicial-molestia-estrés por el dolor-más dolor. Un
dolor que te provoca querer llorar pero te aguantas porque ni modo que llores
en el trabajo o en la calle. Y sabes que hagas lo que hagas, no va a
desaparecer.
No tienen
idea de lo que es que haya días en que nada puede hacer que te levantes y te
actives, sentir que ni aunque te cargaran podrías moverte. Pocos comprenden lo
que es ir rumbo al trabajo y tener que salirte del vagón del metro porque estás
a punto de desmayarte del agotamiento extremo que sientes.
Es muy
frustrante vivir tratando de cuidar cada una de las cosas que comes porque a
pesar de cuidarte, no logras bajar de peso ni combinando una buena alimentación
con ejercicio. Si logras bajar unos 4 kilos, los vuelves a subir
inmediatamente. Y claro, la gente siempre señala que tienes sobrepeso cuando es
algo que en su gran mayoría no puedes controlar y no es tu culpa.
Combinemos
esto además al hecho de que olvidas las cosas: vives la desesperación de querer
decir una palabra y no poder pronunciarla, olvidarte de palabras tan simples
como “coche” o “gato”. Vives además la desesperación de que se te “traba la
lengua” y no hay manera de que esto pase más que tratando de relajarte (cuando
lo único que quieres es golpear al mundo). Se te olvidan las palabras, se te
olvida lo que ibas a hacer, lo que ibas a decir…se te olvida todo.
Y claro, la
solución del médico es que te relajes… ¡Explíquenme cómo se supone que se logra
eso! La pastillita puede ser mágica, no lo niego, pero es un verdadero reto
tratar de vivir así, viendo cómo tu casa y todo lo que hay en ella se llena de tu cabello porque sigue y sigue cayéndose.
Tengo días
buenos, tengo días regulares, pero sobre todo tengo días malos (no, no muy
malos gracias a Dios). Días en que lo único que quiero hacer es estar en mi
casa, en mi cama, olvidándome de todo. Pero no se puede. Es un verdadero reto
estar sentada frente a una computadora más de 8 horas.
Hay días muy
depresivos porque sé que esto es algo que nunca se va a acabar y que solo me
sigue desencadenando nuevas cosas (prediabetes por ejemplo).
Trato de
vivir bien todos los días pero hay días, como hoy, en que solo quiero estar
echada en mi cama y llorar un poco.