Yo

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jueves, 19 de mayo de 2011

Relato de Estambul

E igual que hace un tiempo,les paso este correo que recibí de mi primo "viajero"....en esta ocasión envió relato desde Turquía que quiero compartir con ustedes.

No sabría como titular este relato, si como magnífico, triste, abrumador, de poca suerte o simplemente grandioso. Creo que cada uno de los adjetivos encajan perfectamente en las experiencias que pase antes y durante mi viaje a Estambul.

Todo comenzó un martes 19 de abril. En una noche alegre mis gafas sufrieron un desperfecto y no pude contar más con ellas. Mi viaje a Turquía era hasta el 29 de abril así que habían 10 días para tener las nuevas gafas y hacer mi viaje sin ningún problema. Entre cotizaciones y lamentaciones se me paso el día miércoles. No contaba que el jueves, viernes, sábado y domingo eran días “santos” y los españoles, al igual que los mexicanos no trabajan para absolutamente nada. Entonces tendremos que descontar esos 5 días perdidos. El día lunes fui a una óptica que anunciaba con bombo y platillo que las gafas te las entregan en 1 hr no importando la graduación que tengas. Eran las 9 de la mañana, estaba paradito en frente de la óptica esperando el momento de la apertura. Las malas noticas caían en cascada –No, sus gafas estarán hasta dentro de 4 o 5 días hábiles. –Pero ahí dice que en una hora las entregan. –Sí, pero tu caso es especial, tu graduación y la córnea necesitan un trabajo especial. –Bueno, me voy el jueves en la noche, ya estarán para entonces?. –No, lo más seguro es que para el lunes de la semana que entra. Puta madre, no podía viajar sin mis lentes, el pánico se apoderó de mí. Tenía una espacie de crisis nerviosa y también económica, las gafas salieron caras, muy caras. El viaje pues, como lo comenté antes era el día 29 de abril, fin de mes, con un egreso con el que no contaba. Las arcas estaban vacías. El jueves por la noche tomé la maleta que siempre me acompaña (una que me prestó Erikita hace casi 4 años y que no he devuelto, cuac). Mi vuelo a Estambul salía de Madrid a las 9 de la mañana y el primer bus de Salamanca a Madrid sale a las 6, ya no llegaba a la hr del check in así que decidí irme a dormir al aeropuerto con los únicos 100 euros que tenía y que había recibido ese día por parte de un amigo como préstamo. Esos 100 euros solo eran para llegar a Estambul y pasar el 1er día pues la beca suele ser depositada el último día del mes. Tomé el vuelo de Swiss hacia Zurich y de ahí a Estambul, la capital histórica y económica de Turquía. Lo había logrado, el trámite de visa fue más fácil de lo que imaginé, había llegado al país que ha centrado mis investigaciones en los últimos años, tomé el transporte colectivo hasta Sultanahmet, en el barrio en donde estaba mi hostal… Mis ojos se posaron sobre un edificio que inmediatamente cautivo mi pobre mirada (no llevaba lentes, ¿recuerdan?) mis lagrimas inmediatamente comenzaron a brotar, creo q esto solo me ha sucedido en 3 ocasiones, la 1a fue cuando vi a la Torre Eiffel en Paris aquella noche del 2 noviembre de 2004 junto a mi madre y Erikita (esa misma que me prestó la maleta), la segunda fue el 2 de octubre de 2008 en Praga en la catedral de San Vito, a mi parecer un lugar digno de Dios –hermoso-. Este edificio fue la Mezquita del Sultán Ahmet o Mezquita Azul, llegue a eso de las 7:50 de la noche, comencé a tomar fotos desde todos los ángulos habidos y por haber, de repente, los 6 minaretes comenzaron a llamar a la oración (adhan), eran las 8 de la noche. El sonido era impresionante …Allah es el más grande, Allah es el más grande… estaba hambriento, sabía que por delante tenía 4 días enteros para curiosear y conocer la ciudad. Era hora de comer un kebap, una sopa de tomate y un café turco (delicioso).

Al día siguiente salí a recorrer la ciudad, el primer punto fue aquella majestuosa mezquita. Nunca había entrado a 1. Todos, sin excepción tienen que entrar sin zapatos, las mujeres cubriéndose la cabeza. Cabe decir que miles de personas recorren todos los días la mezquita, el olor a pies es notorio. La alfombra es linda y la decoración interna es espectacular, ¡imagínense si no!, más de 21 mil azulejos la decoran. Las cúpulas que decoran el recinto son magnificas, llenas de ventanas que permiten la entrada de los rayos solares. Al fondo, los fieles orando hacia la Meca. Mi siguiente parada fue Aya Sophia (Santa Sofia) la cual es considerada la obra más grande y sagrada de la época Bizantina. Fue utilizada como iglesia durante 916 años hasta el día de su conquista después se convirtió en mezquita. Hoy en día es utilizada como museo gracias a Kemal Atatürk (padre de los turcos). Aun se conserva el mihrab y los símbolos islámicos, así como las imágenes católicas. Los nártex están perfectamente bien conservados a pesar de tener tantos y tantos años. La vista desde la segunda planta hacia la mezquita azul es increíble. Creo tener un ligero enamoramiento con esa mítica construcción. Saliendo de ahí decidí ir al Palacio de Topkapi . El dinero me lo había gastado en comida y en la entrada a Aya Sophia. Eran alrededor de las 5 de la tarde y el palacio lo cerraban a las 5.30, decidí ya no entrar y dejarlo para el día siguiente. Mi siguiente punto, obvio todo a pie, fue la mezquita de Sokollu y después la Universidad de Estambul. Al final del día decidí ir a la mezquita de Solimán el Magnífico. Con Solimán el Magnífico el imperio se extendió a lo máximo, el templo no desmerece: es gigante y majestuoso. Decidí ir a cenarme otro kebap y una coca cola fría. Al día siguiente comenzaría otra aventura, un poco traumática.

Desperté al filo de las 9 de la mañana, decidí ir a desayunar y ver las noticias. Me duche y me preparé para salir a pasear. Mi beca estaba depositada en mi tarjeta de débito. Tomé las 20 liras turcas con las que contaba y Salí rumbo al Palacio Topkapi, antes la parada obligada en un cajero. Inserté mi tarjeta, mi PIN y la cantidad que quería: “Su banco no permite hacer esta transacción. Comuniquese con ellos para cualquiera aclaración” ¿Saben lo q es tener cara de orto? Pues me hubieran visto en ese momento. Habían otros tres cajeros juntos y los tres me indicaron lo mismo. Bancomer había bloqueado mi cuenta, no podía retirar dinero. Mi saldo: 20 liras turcas. ¿Qué hacer? Pues hablar por teléfono, bueno, no tenía dinero para pagar la llamada; otra solución, el chat en línea, a esa hr nadie iba a estar conectado y aparte era sábado; otra solución, ¿era sábado? Si, y aparte nadie trabaja el domingo y si se pasaba el festejo del día 1 de mayo al lunes pues ni el lunes trabajarían. 20 liras, solo eso. Mis sueño de viajar por el Bósforo se estaban esfumando, mi sueño de ir a Galopoli y a Troya quedarían para otra ocasión. El punto ahora era subsistir con el poco dinero que me quedaba. El hostel ya estaba pagado todas las noches de mi estancia e incluía el desayuno, eso era lo único que tenía seguro. Era llorar o continuar… decidí mejor ir a recorrer y no entristecerme. ¡A darle buena cara, que madre! Cruce el puente Galata y pasar a pie el Cuerno de Oro (lleno de medusas). Era el 1 de mayo, también en Turquía se celebra. No sabía que el magno evento (manifestación) se llevaría a cabo en la Plaza de la República o Plaza Taksim. Miles de turcos portaban la bandera roja con la media luna y la estrella en blanco. Los acordes de música comunista se dejaban escuchar. Se comenzó a entonar en español la canción de “el pueblo unido jamás será vencido”, todos exaltaban su nacionalismo. Un nacionalismo como pocas veces he percibido en otro lado. Es un orgullo ser turco. Después decidí ir a conocer el barrio de Besiktas, pasé por el estadio de futbol Inönü y llegué hasta el Bósforo… aaaaaaaaa. Tantas y tantas batallas históricas se libraron en este estrecho, era uno de mis sueños hechos realidad. Hambre y sed, sin dinero. De pronto, como la divina providencia vi que un grupo de jóvenes mozalbetes regalaban papitas como las sabritas, inmediatamente me volqué por mi bolsa, la disfrute como no se imaginan, pero no me la acabé, tenía que administrar mi escaso suministro. Encontré un bebedero y ahí sacié mi sed. Había recorrido unos buenos kilómetros hasta el Bósforo y el barrio Ortaköy. Mi vista estaba puesta en el objetivo del día de mañana, la parte asiática de Estambul. Tenía que emprender mi regreso. Estaba muy cansado. Me encontré un cajero de HSBC, no corrí con suerte, el ATM me volvía a negar el dinero. Ya entrada la noche (hay que decir que en este lado del charco aun hay luz de día a las 10 de la noche) fui al Bazar egipcio, un lugarcillo en donde puedes “regatear” y comprar los souvenirs para la familia, creanme, lo hubiera hecho si es que hubiera tenido dinero. Al regreso pasé por una tienda y pregunte si aceptaban tarjeta de crédito, era mi última esperanza, me dijeron que si y cogí una Coca Cola de 1 litro y unos panecillos, en caso de que no pasara la tarjeta pagaría con parte del efectivo que traía. –Lo sentimos, no pasó- ¿en serio, que raro? (cara de pendejo) -déjeme la vuelvo a pasar-. –Listo, firmé por favor- Ufffff. La vida volvió a mí. No fueron los panecillos más ricos pero me supieron de maravilla. Estaba cansadísimo, decidí ir a dormir.

Al día siguiente me tomé mi café con la noticia de la muerte de Bin Laden. No cabe duda que los gringos son mis héroes. Alguien me dijo en el desayuno que el día anterior había pasado al lado asiático por solo 1.75 liras turcas, inmediatamente le pregunte como lo había hecho: - fácil, en el transporte público-. (Ese viaje me la pase con cara de orto y cara de pendejo, que no es lo mismo pero es igual). Preparé mi back pack y me dirigí hacia el puerto, tomé mi bote rumbo a Asia. En 15 minutos ya estaba en aquella parte del mundo, solo los separa el Bósforo. Puedo decir públicamente que ya he estado en Asia. Recorrí aquella parte de Estambul, muy bonito. Fui a un cementerio y a su mezquita. Los turcos de Estambul europea, cuando mueren, prefieren ser enterrados en Asia pues dicen que están más cerca de la Meca. El malecón es increíble, miles y miles de tulipanes adornan sus parques y sus plazas. También, de aquel lado, ondea orgullosamente la bandera Roja con la media luna y la estrella en blanco. Todo el día la pasé caminando. Ese día prácticamente no comí nada. Era lunes, no me podía meter a banca en línea, le comenté a mi amiga French de mi problema con el dinero y ella se ofreció a ayudarme con la conexión. Se hizo pasar por mi y le dijeron que para solucionar el problema tenía que ir a la sucursal en donde había sacado mi cuenta, no podían entender que estaba sin un duro en Estambul. Ineficiencia y burocracia pura. Bueno, les dijo hasta de lo que se iban a morir, si, en mi nombre, conchuda esta. Para mi salvación vi que tenía una tarjeta vieja de Banamex, le dije a mi madre q me depositara 500 pesos ahí solo para ver si el cajero no me volvía a salir con una tontería. Inmediatamente mi madre me hizo el depósito.

Al día siguiente, el último de mi estancia, decidí recorrer los lugares que más me habían gustado. Pasé al cajero a retirar el dinero. Decidí meter mi tarjeta de Bancomer, la de la beca, puse mi NIP y solicité 50 liras, inmediatamente la maquina comenzó a repasar los billetes (vamos, que todos conocemos ese lindo sonido)me quede de nuevo con cara de… ¿de qué creen? Me dio 50 liras turcas, inmediatamente le solté una puteada re fuerte al cajero, nadie de los que estaban cerca hablaban español, pero estoy completamente seguro que sabían los insultos q le propinaba al ATM. Riéndome como un loco por la ciudad decidí ir a uno de los museos que no había ido por falta de ingresos. El museo arqueológico de Estambul, increíble: hititas, Grecia, Mesopotamia, Troya, Bizancio, otomanos. Tomé un tour de 10 liras por el Bósforo, al fin lo pude hacer. Quede de verme con un amigo turco que conocí en Inglaterra sobre las 6 de la tarde. Antes de eso fui a comer una pizza completa y un espagueti poco menos que rico, pero si fue abundante. Casi no me podía mover, trataba de jalar aire pero la barriga no me dejaba, estaba re lleno. Fui a la plaza Taksim a encontrarme con Umut. Una felicidad y gratos recuerdos llegaron a mi mente cuando lo vi. Una cara conocida en medio de lo desconocido era reconfortante. –Te voy a invitar a comer- Esta bien, en algún lugar me tenía que meter la comida, ni modo de despreciarla. Volví a tomar aire y me comí todo un kebap, delicioso: cama de yogurt, cordero guisado y espolvoreado con papas a la francesa en un corte fino. Todo me lo acabé. La charla fue amena y ayudó a resolver unas dudas que tenía de la sociedad y comportamientos turcos. Con eso me despedí de Estambul.

Al final el no tener el dinero del cajero ayudó a que mi economía no se viera afectada en demasía, estoy seguro q de haber tenido el dinero lo hubiera gastado en el viaje a Troya y Galopoli, asi como el tour por el Bósforo (alrededor de 300 euros). Fue un viaje increíble, tengo que decir que la cultura musulmana se ha vuelto una obsesión. La seguiré estudiando y espero en un futuro hacer un viaje a Emiratos Árabes y a Arabia Saudita.

Lic. Héctor Ortiz Arriazola

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