Yo

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viernes, 4 de marzo de 2011

Viaje a Marruecos

Quiero compartir con ustedes este correo que recibi de un primo(Héctor)que anda ahorita por el viejo continente realizando unos estudios y tuvo ocasión de viajar a Marruecos..la verdad me encanta cómo escribe porque te permite adentrarte en su imaginario y llegar a sentir que estuviste en el mismo viaje que él...

Desde hace unos años he tenido el interés de conocer un poco más la cultura arábiga e islámica. Es por eso que mi tema de investigación de tesis tiene que ver con el mundo musulmán. Turquía y su proceso de adhesión a la Unión Europea, dirigido al choque eventual de civilizaciones. El motivo de que yo esté en Europa es para estudiar, in situ, el problema. Durante el proceso tuve la intelegentisima idea de viajar a Turquía y, porque no, a Marruecos, al norte de África, de mayoría musulmana y a solo 16 euros el viaje redondo por Ryanair.

El enfermo decidió darle un de

scanso a su economía y abstenerse de hacer el viaje conmigo. Los hostales estaban contratados, el dinero contado, el pasaporte en la bolsa trasera del pantalón, el celular en la bolsa de enfrente y la cartera, como se debe, en la pompa, haciendo bulto. Antes de salir de mi habitación Salamantina decidí echar un vistazo al clima de Marruecos y checar las noticias del mundo árabe: “Marruecos vive su día de ira. Marrakech se ha volcado a las calles.” Cuando acabé de leer el encabezado trague saliva, limpié mis anteojos y me tiré un pedo (los nervios, ya saben) era momento de tomar decisiones: ir o no ir, mi madre se conecto en ese momento e imploraba porque me quedara donde estaba, creo que eso me dio más fuerzas para tomar la decisión de irme.

Salamanca-Madrid-Marrakech. Aduana marroquí: ¿a qué viene? –de turista. ¿Dónde se hospedará? -en un Riad en el centro de la ciudad. ¿Tiene la dirección? –Si, la anote en la tarjeta de migración junto con todo lo demás que me ha preguntado. Había incredulidad en el sujeto de migración, miraba el pasaporte y me miraba a mí. ¿Por cuánto tiempo viene? –Solo por 5 días. Tocándose la barbilla y las mejillas me hizo la pregunta decisiva: ¿es usted musulmán? Como pueden ver en las fotos tengo la barba medio larguilla, al puro estilo árabe, mi color de piel es como la de ellos, así como el cabello morocho. –jajajajaja, no, solo es moda. Inmediatamente selló el pasaporte y me dejó pasar. Recordé a mi hermano Javier momentos antes de salir de México: -¿Por qué no te rasuras? Puedes tener problemas por allá-.

Estaba en Marruecos, un poco asustado x el conflicto

del idioma y la idiosincrasia. Tomé un taxi del aeropuerto al Riad (hostal). Mucha gente dice que cuando alguien maneja en la ciudad de México puede manejar en todo el mundo, ¡mentira!, en Marrakech no. No hay respeto alguno por nada ni por nadie, ni por peatones, ni por burros, ni por motocicletas ni por nada. Muchas veces creí que el taxista mataría a alguien; estaba en realidad asustado. Llegamos a un callejón y me dijo q ahí no podía pasar, pero que un tipo me llevaría al Riad, caminamos dos cuadras y me cobró 5 euros por la ayuda, ni modo, se la tenía que dar. Seguía asustado de ver aquel tumulto de personas y de motocicletas. Ingrese al Riad para hacer el check in, saque mi teléfono para hablarle a mi madre y fue la última vez que lo vi, al tiempo desapareció; creo que la pérdida o el robo fue al traslado de otro Riad x la calle principal, ahí donde no había más que 4 metros de ancho y x donde pasaban turistas, nativos, coches, motocicletas, carreta

s, burros, caballos, todos al mismo tiempo sin respeto a nada. Triste y acongojado por la pérdida subí a tomar un té que me ofrecían como consuelo, mucha gente hablaba en inglés, todos turistas.

El té verde con menta era delicioso, es llamado el whiskey de Marruecos. En la terraza había muchas chicas, una de ellas comento que viajaba por el mundo aprendiendo ritmos diferentes en las percusiones, al tiempo se fue en busca de un compañero músico y de sus instrumentos. Minutos más tarde llegaron una chica y un chico de México, del cd. De León con los cuales trabe amistad; decidimos ir al día siguiente al Valle de Ourika en una exursión programada por el hostal. Poco después de eso regreso la chica canadiense a darnos un verdadero concierto con sus percusiones, hermoso en verdad, creó un ambiente único que invitaban a la degustación de un par de cervezas, no había, no venden tan fácilmente, los musulmanes no toman alcohol. Re cuac.

Al día siguiente tomé mi desayuno, un rico pan árabe, con margarina y miel, acompañado de té verde con menta. La aventura en el Valle de Ourika comprende la visita al valle, a las cascadas que están en el valle y la visita a una casa tradicional Bereber. Un viaje inolvidable, exótico y “diferente”. Las cosas y la sociedad no es ni mejor ni peor que en otras latitudes, simplemente es diferente. Caminamos mucho bajo el rayo del sol africano el cual calentaba muy poco pero que su reflejo en la piedra cantera pintaba el paisaje de colores rojizos. Al final del trayecto comí lo tradicional: cuscús, es sémola de trigo cocinado con verduras, pollo y especias. Rico, diferente a la sensación del paladar. Nuestro viaje terminaba en la plaza principal: Djemaa el-Fna. Lugar en donde se conc

entra el comercio de toda la ciudad, es el lugar típico en donde puedes ver a los encantadores de cobras, en donde hay changuitos que se te suben a la cabeza, en donde te puedes hacer tatuajes en las manos y en otras partes del cuerpo, ahí mismo donde la mezquita llama al rezo 5 veces al día, ahí donde los árabes hacen lo mejor que saben hacer: comerciar. El regateo es el deporte principal en Marruecos, hay quienes lo practican de la mejor manera, yo no soy el mejor ejemplo. Había visto unas antigüedades y cuando pregunte por ellas me dijeron que con tal de que me lo llevara me lo dejaban en 250 euros, solo me reí y los deje en donde estaban, me dirigí a la salida y ahí me dijeron que estaba bien que solo les diera 220 euros por las 4 piezas, le explique que no tenía dinero y que si acaso podía pagar 12 euros, casi se vuelven locos; les dije que si yo tuviera dinero les compraba toda la t

ienda pero que no iba de compras sino a conocer la ciudad, después de necear con ellos me los lleve por 14 euros, bueno, le bajé como 236 euros al precio inicial, cuando comenté mi hazaña en el hostal una chica que llevaba 3 semanas en Marruecos me dijo que me habían visto la cara, que seguramente eso no valía ni 5 euros en total, jajajajaja, la concha de su madre.

El siguiente día no fue tan intenso como el anterior. Comenzó con mi desayuno tradicional y después, junto con mis amigos Leoneses, fuimos a montar a camello, estar en el desierto y no montar un camello es como ir al mar y no comer mariscos, cuac. Fuimos al Palacio Bahía, un lugar encantador donde aprovechamos para tomarnos lo indecible de fotos. Caminamos con el rayo del sol africano rumbo a las “tumbas”, un lugar en donde fueron enterrados los restos de un rey junto co

n todos sus súbditos, la decoración es clásica del estilo árabe, con esos arcos y columnas trabajadas perfectamente. Digamos que es como el barroco árabe. Después fuimos a caminar hacia el Palacio Real, es un lugar muy bonito, con una plaza bastante grande y sin turistas, era un excelente lugar para tomar la respectiva sesión fotográfica, cuando a bien sacamos las cámaras un grupo de soldados nos dijo que está prohibido tomar fotos del lugar, ni modo, solo me quedaré con el recuerdo que espero tarde mucho tiempo en borrarse. En la noche otra vez tomamos el de té verde con menta, adictivo. Cuando llegamos el chico del hostal nos dijo que sería conveniente no salir al día siguiente, pues el rey estaría en la ciudad y habría una gran manifestación. Bueno, pues no salgo y listo. Se incorporó al grupo una nueva chica, de origen Argentino: Debora. Comentaba que ella saldría a conocer Aozazate, un lugar montañoso en donde se había filmado varias películas. Decidí acompañarla, en ese momento contacté con la agencia de viajes para hacer la reserva. El bus partía a las 6.40 de la mañana, tenía que dejar la convivencia en el hostal para poder levantarme a esa hr. Me despedí de mis amigos mexicanos, ellos salían al día siguiente a Madrid.


A las 6.20 volvía a tomar mi habitual desayuno, a las 6.50 pasaron

por nosotros solo para darnos de vueltas por la plaza principal, hasta las 8 de la mañana tomamos rumbo hacia el desierto, varias hrs de viaje. Hermosos paisajes con un sol radiante pero poco caluroso. Llegamos a una pequeña ciudad-fortaleza en donde se filmaron las películas de Laurence de Arabia, el diamante del Nilo, Jesús de Nazaret, Indiana jones 3, Sansón y Dalila, Gladiador, entre muchas otras más. La caminata fue intensa, el Sol no calentaba pero si quemaba, los camellos eran más comunes, el tráfico ya no era el de Marrakech, la gente ya no era la de Marrakech, podríamos decir que ahí si había un poco más de civilización. En la ciudad hay un museo cinematográfico que guarda celosamente los recuerdos de todas las películas que ahí fueron filmadas.

El traje de El Gladiador está ahí en exhibición. En frente del museo hay un palacete que es patrimonio de la UNESCO, no supe nunca de que era o que había pasado ahí, de cualquier manera le tomé fotos a lo chino para después meterme al recurso de internet y averiguarlo, confieso que al día de hoy no lo he hecho. El atardecer en el desierto comenzó a caer, los colores eran espectaculares, un horizonte rojo y naranja al son del paso cansino de los camellos quienes proyectaban una sombra gigantesca en el suelo terroso y arenoso. Un paisaje que solo se puede descubrir en las zonas desérticas. En el regreso las fuerzas desaparecieron, dormí unas dos horas en la camioneta, al despertar me encontré con otro paisaje impresionante, nunca en mis 29 años de vida había visto algo parecido. Parecía que alguien, por descuido, había pringado el cielo nocturno con pintura blanca. Nunca había visto tantas y tantas estrellas, seguíamos en el desierto, no podía dejar de contemplar ese maravilloso espectáculo, los tres reyes magos, o el cinturón de orión se veía gigantesco, tan cerca como no lo pueden imaginar. Cuando veo ese tipo de paisajes es cuando me aseguro que dios existe… allá Alá. Le quedaron imponentes esos trazos naturales. Al fin llegamos al hostal.

Al día siguiente mi vuelo salía a las 6 de la tarde. A las 4 tenía que estar en el aeropuerto. Temprano hicimos la última visita a la plaza principal, hicimos las últimas compras, los últimos turbantes y las últimas negociaciones. La comida fue magra, cuando viajo no como mucho, ya saben que una diarrea en pleno vuelo no le cae bien a nadie y menos en los vuelos de bajo costo en donde el baño es demasiado pequeño. La última travesía en coche por Marrakech, gracias a dios.

La experiencia fue única, las cosas, la sociedad, las costumbres, no son mejores ni peores… solo son diferentes.

Lic. Héctor Ortiz Arriazola

Estudiante de Maestría REI y Cooperación

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