Les paso este artículo/post que encontré y creo que tras este día de estar platicando con mi prima, puede ayudar a más de una...y uno jeje
Por: Adriana Balaguer, el 14 de diciembre de 2010, 05:10 AM
Como si nos hubieran enseñado desde chiquititas a “acumular para tiempos de guerra”, las mujeres guardamos recuerdos, rencores, costumbres, relaciones (buenas y malas). Por alguna extraña razón, nos cuesta apartar lo que dejó de servirnos. El primer impulso es aferrarnos a lo que ya pasó. ¿Y si en algún momento nos hace falta? ¿Y si terminamos extrañando ese algo que “abandonamos”?
La psicóloga chilena Pilar Sordo dice que las mujeres tenemos mayor capacidad de retención que lo hombres. “Retenemos más líquido, sufrimos de estreñimiento con mayor frecuencia, tenemos más celulitis, guardamos más cosas. Somos malas para tirar. Y esto también se aplica a los recuerdos: tenemos una excelente memoria emocional, algo que a los hombres no les conviene. Ellos están diseñados para soltar. Liberan más, viven y olvidan, dan vuelta la página, pueden tener nuevas relaciones en tiempos más cortos que las mujeres”, explica con total sensatez.
Es esta diferencia distintiva, la que obliga de por vida a las mujeres a tener que “aprender a soltar” y dejar de hacer lo que nos hace mal. A saber delegar y pedir ayuda. Y a los hombres, a aprender a retener y cuidar lo que tienen.
Por eso, para que no andemos por la vida con una mochila sobrecargada (de cosas y gente), aquí van algunas consideraciones:
- La paciencia tiene un límite. Cuando sentimos que se ha traspasado, lo mejor es dejar al costado del camino ese algo/alguien que nos agobia. Seguramente habrá otro/a que pueda ocupar ese espacio vacío y que nos haga bien, en vez de generarnos malestar.
- Este proceso produce tristeza. Pero madurar es aprender a soltar. Las pérdidas son necesarias para crecer.
- No todo pasado fue mejor. Este pensamiento peca de nostalgia en exceso. Una mirada optimista sobre la vida es la que nos impulsa a creer que lo mejor siempre está por venir. Y esto no quiere decir que olvidemos que si llegaremos a esa meta fue gracias a lo vivido.
- Si soltamos a tiempo, seremos personas menos quejosas, rencorosas, oscuras. Sin duda, seremos mejores. La vida es un aprendizaje. Como cuando aprendimos a caminar, a hablar, a leer, también nos toca aprender a no aferrarnos a nada ni a nadie que nos haga infelices.
Y a no olvidar que para cuidar lo que sí nos gratifica debemos entrenarnos para liberar (que no es lo mismo que dejar) aquello que tenemos miedo de perder.
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